A Lucía la conocí por Instagram, Lucía es migrante, tiene dos hijos varones, está casada y tiene un trabajo que yo llamo “demoledor intelectual”, de esos que pasas mucho tiempo buscando decimales, descuadres y facturas
Lucía desde pequeña ha querido escribir y cree (siempre me lo dice): “Karlina, no sé cómo terminé en el área financiera si siempre me ha gustado leer y escribir.”
La respuesta es social; la practicidad, la maternidad y ese pánico a ser dependiente de un hombre o pareja, lleva a una gran cantidad de mujeres a tomar decisiones prácticas que ponen en riesgo sus sueños más altruistas o personales.
Sin embargo, otra de mis alumnas es Rosangela, vive en Oporto y después de superar su pena crónica, criar a sus hijas y mantener su matrimonio y empresas, ahora disfruta de los dos mundos, es decir, es una mujer económicamente estable, con sus hijos grandes, y ella es su principal proyecto. Rosi y yo, no solo venimos escribiendo juntas un libro, ella, por su parte, ha desarrollado otros proyectos.
A veces la vida, las circunstancias, nos hacen poner lo urgente en la mesa y engavetar lo importante, dejar bajo llave lo que no parece rentable o demasiado ambicioso. Pero, así como cuando queremos hacer ejercicio y primero empezamos calentando, luego caminamos diez minutos, al día siguiente 15 minutos y la semana que viene terminamos sudadas, con una divina clase de zumba de treinta minutos; la escritura es igual y te invito a que ejercites esos diez minutos, a que si tienes un proyecto, salgas corriendo a escribirlo. La vida es hoy y si te importan tus hijos tanto como te importas tú, adóptate y quiérete mucho.
¿No?
Karlina Fernández
@Karlinakte